Cuando uno se engancha con la ópera se pasa por diferentes
modos de aproximaciones.
La primera es intentar conocer las obras que se suponen que
son las más representativas de cada autor e imprescindibles para poder disfrutar
de ese nuevo descubrimiento de expresión musical que ya remueve tus
sentimientos después de la primera escucha o visión y te hace pensar que hay
que hacer algo para volver a sentir lo que experimentaste “la primera vez”…esa que tan
difícil resulta de olvidar.
Empiezas por escuchar las obras de Verdi, de Puccini, de
Donizetti, de Bellini…la ópera italiana suele ser el primer amor. Luego la
curiosidad te puede llevar a las obras de Mozart, a descender a las obras de
los autores barrocos y si se tercia y puedes disfrutar con las grandes
sinfonías de los autores románticos, puedes llegar a enamorarte de las óperas o
dramas musicales de Richard Strauss o de Wagner. En esta primera aproximación
siempre priman las obras y sus autores que son las y los culpables de no dejarte
indiferente y las más de las veces, que te provoquen algún cambio anímico después de
conocerlas y conocerlos.
El siguiente paso, una vez que tienes claro que la voz es un instrumento que te sugiere y te atrae como vehículo de transmisión de los mas variados sentimientos, te lleva a la curiosidad por conocer las diferentes versiones que hacen cada uno de las y los interpretes que han dejado su legado discográfico, o más bien sonoro y visual, de todas estas obras. Esa curiosidad te lleva a querer escuchar y ver (si ello es posible) no yala Tosca
de Puccini, sino la de Callas, la de Caballé, la de Freni, la de Marton, por
citar algunas. Quieres escuchar como interpreta Il Trovatore Plácido Domingo o
Carreras o Del Monaco o Bergonzi. Descubres la voz de Renata Tebaldi o de
Victoria de los Ángeles y empiezas a coleccionar las grabaciones de las obras
que antes eran de Verdi o de Puccini y ahora serán para ti, las de Tebaldi o
las de Victoria…a tal familiaridad has llegado con tan insignes intérpretes. Ya
estás inmerso en el mundo de las voces y de los grandes intérpretes y lo que
más te motiva es escuchar una obra según sean los cantantes.
El siguiente paso, una vez que tienes claro que la voz es un instrumento que te sugiere y te atrae como vehículo de transmisión de los mas variados sentimientos, te lleva a la curiosidad por conocer las diferentes versiones que hacen cada uno de las y los interpretes que han dejado su legado discográfico, o más bien sonoro y visual, de todas estas obras. Esa curiosidad te lleva a querer escuchar y ver (si ello es posible) no ya
Llegamos al tercer paso y la curiosidad te lleva a las
diferentes versiones que han dejado los directores de orquesta, por lo que tu
interés está, llegado ese momento, en conocer como dirigían estas obras los que
han sido y son los grandes “conductores de orquesta”.
Entonces escuchas por primera vez o vuelves a escuchar las
obras prestando más atención a la versión orquestal del director de turno.
Tosca de Puccini es ahora la de Zubin Mehta o la de Sinopoli. Tristan und Isolde
es la de Karajan o la de Kleiber. La Tetralogía de Wagner es ahora la de Solti, la de
Knaperbusch o la de Barenboim.
Estamos ya en la ultima y más actual de las aproximaciones,
la que se podría definir como la de la tiranía de los directores de escena, en
la que teniendo como estandarte la renovación de la ópera como espectáculo, los
teatros apuestan para los montajes por nombres y renombres de diversos ámbitos
de las artes y la cultura, como cineastas, pintores y hombres y mujeres de
teatro con la intención de potenciar el interés por las nuevas propuestas
escénicas y que sirvan de reclamo para volver a ver y no solo escuchar de
nuevo, todas estas obras.
Algunos ejemplos recientes (hay muchos más) podrían ser la Tetralogía de La Fura
y la Carmen de
Carlos Saura, producciones o coproducciones del Palau de les Arts vistas en
Valencia, y que tuvieron un muy desigual acierto en sus resultados. La más
reciente propuesta del Teatro Real, el Cosí fan Tutte de Michael Haneke, el
célebre director de la exitosa película “Amour”, es otro ejemplo de promoción
de un montaje basado en el prestigio de su responsable.
El, la o los responsables de los montajes son ahora los que
marcan la pauta para elevar la expectativa de las nuevas programaciones de los
teatros, pero convendría no olvidar que por encima de todo, lo que ha mantenido
la ópera como espectáculo musical hasta nuestros días han sido las voces y todo
lo que rodee a estas, lo que hará será engrandecer el resultado final, pero lo
primero siempre será lo primero y lo que define la ópera es el canto y las
voces con un acompañamiento instrumental y una base escénica.
Esto no pretende ser un texto de autoayuda para aproximarse
a la ópera, es más bien una guía con alguna aportación de tipo personal, y ya
se sabe que lo personal lleva, a veces, la connotación de intransferible.
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