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sábado, 30 de marzo de 2013

LA FLAUTA MÁGICA DE MOZART. UNA ÓPERA (SINGSPIEL) FANTÁSTICA.



Próximamente se va a representar en el Palau de les Arts “La Flauta Mágica”, la última y mas popular de las obras de Mozart (según las estadísticas es la ópera más representada en los últimos años), con libreto de su amigo Schikaneder que por aquel entonces regentaba un teatro en las afueras de Viena, el hoy muy conocido Theater auf der Wieden. Mozart, con problemas económicos, aceptó la propuesta de componer una ópera de carácter popular, adecuada para el público que frecuentaba dicho teatro. El hecho de que ambos estuvieran adscritos a la masonería hizo que en el libreto se reflejaran algunos elementos simbólicos de esta corriente de pensamiento, que en aquellos tiempos no pasaba por sus mejores momentos de aceptación.
Musicalmente, el genio de Mozart supo como hacer un cóctel con elementos de la ópera seria, la cómica, la música popular y hasta alguna influencia de los grandes oratorios barrocos, consiguiendo un discurso coherente y dotando a cada personaje del acompañamiento musical necesario para acentuar su perfil en la sugerente trama, mitad cuento fantástico para todos los públicos y mitad mensaje para divulgar algunos de los elementos de la iniciación masónica.
Uno de los elementos alusivos a la masonería podría estar reflejado al situar la acción en Egipto (de manera un tanto atemporal) y la asociación de la imagen piramidal con el triangulo, uno de los símbolos mas característicos de esta corriente.
La utilización reiterada del número tres en el libreto… tres damas, tres niños, tres templos, tres pruebas de superación, tres instrumentos… y hasta en la música, con los tres acordes que se escuchan en la obertura y se repiten posteriormente en la partitura, es otro de los argumentos que asocian esta obra con la masonería.
El número tres (tríada), esa cifra “mágica”, no es exclusiva de la ideología masónica, ya que ha sido y será, punto de partida de numerosos tratados que lo toman como referencia en la filosofía, en la ciencia, en las matemáticas, en la religión y hasta en los esotéricos.
Se podría resumir diciendo que al número tres se le da un sentido de “perfección” por agrupar conceptos especialmente vinculados entre sí y no contrapuestos, frente a la “dualidad” que se emplea para reflejar conceptos normalmente opuestos.    
Algunos ejemplos de tríadas podrían ser: “Padre, Hijo y Espíritu Santo”, “Fe, Esperanza y Caridad”, “Libertad, Igualdad y Fraternidad”… Ejemplos de dualidad serían: “ Yin y Yang”, “Eros y Tanatos”, “Día y noche”… Esta dualidad también se ve reflejada en la ópera que nos ocupa, con el triunfo de la luz sobre la oscuridad, de la verdad sobre la mentira, de la bondad sobre la maldad y esa dualidad del bien y del mal que hace que la “buena” de la Reina de la Noche sea al final la “mala”, al contrario de lo que sucede con el personaje de Sarastro.
Parece mentira que una ópera tan simple en sus planteamientos haya generado tantos diversos estudios sobre su significado, lo que la hace mucho más universal y atractiva, aunque lo recomendable, la primera vez que se escucha y/o se ve representada es dejarse llevar por su música, tanto o más universal y atractiva; por esos personajes tan carismáticos como son Papageno, la ya citada Reina de la Noche, Tamino, Pamina,  Sarastro, Monostatos, Papagena… y por su final feliz donde triunfan esos valores supuestamente masónicos, pero que son o deberían ser, patrimonio de toda la humanidad.
Si hacemos alusión a todo el tema de la “iniciación masónica” reflejada en las pruebas a las que se ve sometido Tamino para conseguir entrar en el “Templo de la Sabiduría”, no estaría de más que esta genial obra de Mozart sirviera para “iniciarse” entrando en los maravillosos “Templos de la Ópera”. 

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Algunas muestras musicales para intentar plasmar los múltiples alicientes de esta obra...                                          














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